Queridos amigos:
Un año más me han invitado a decir unas palabras en este
acto. Como no soy hombre de discursos ni de formalidades, trataré de ofreceros unas
sencillas consideraciones por si os pudiesen ayudar en el camino que tenéis por
delante.
La idea central es que ninguno estamos obligados a jugar con
las mejores cartas, con las cartas ganadoras. A lo que sí estamos obligados es a jugar del mejor modo las
cartas que hemos recibido cada uno de nosotros.
Es decir, no nos podemos fijar sólo en lo que no tenemos
personalmente o sólo en lo que tenemos de negativo en el ambiente que nos
rodea. Y concluir que no tenemos nada que hacer porque no tenemos las mejores
cartas o porque hay cosas que no nos ayudan.
Por el contrario, para jugar bien las cartas que tengamos,
sean las que sean, en primer lugar hemos de centrarnos en determinar lo que
realmente queremos y en las oportunidades que esas cartas nos dan para
alcanzarlo. Es decir, no hacer lo que todo el mundo hace sino hacer lo que
realmente nos conviene a cada uno, lo que, aunque nos vaya a costar esfuerzo,
saque a la luz nuestra mejor versión, como trabajadores y como personas.
Y también tenemos que ser optimistas: siempre se puede hacer
algo. Hay que centrarse en aquello sobre lo que podemos actuar, no en
aquello que está fuera de nuestro alcance. Y, sobre todo, no engañarnos con la
excusa de que hasta que esto o aquello no cambie, yo no puedo hacer lo que
desearía hacer. Para jugar bien, hay que utilizar las cartas que realmente
tenemos en nuestras manos.
Para terminar querría transmitiros algo importante para que
lo penséis con frecuencia, sobre todo cuando estéis desconcertados o
desalentados. Y es que el esfuerzo, el poner empeño de verdad en lo que
hayáis visto con claridad que debéis sacar adelante siempre tiene fruto.
Consigáis o no lo que os hayáis propuesto, siempre tendréis el fruto del
crecimiento personal y la satisfacción de estar haciendo lo que está en vuestra
mano.
Os felicito por haber superado esta fase de vuestros estudios
y os animo a seguir recorriendo vuestro camino tratando de ser cada vez mejores
estudiantes, mejores trabajadores y, ante todo, mejores personas.
Muchas gracias.
Queridos amigos:
Un año más me han invitado a decir unas
palabras en un acto que ya se ha convertido en una tradición. Como bien saben
quienes me han invitado no soy hombre de discursos ni de formalidades. Sólo
puedo ofreceros un poco más de experiencia de la vida por meros motivos de
edad. Por eso, en estas ocasiones, siempre pienso: ¿qué me hubiera gustado a mí
oír cuando tenía vuestra edad? ¿qué hubiese agradecido saber entonces de cara a
la vida que tenía por delante?
Pues he pensado que hay un par de ideas que a todos nos vienen bien a cualquier edad y
que no siempre las pensamos tanto como merecen. Yo sólo voy a apuntarlas pero
creo que es bueno que cada uno les demos vueltas tranquilamente al salir de aquí.
La primera
es la de no dejarse llevar por las circunstancias, por lo que
nos rodea, por lo que nos envuelve, en los medios de comunicación, en las
opiniones más generalizadas, etc., pensando que todo ello es determinante para
nuestra vida y que supone un obstáculo insuperable a nuestras aspiraciones.
El psiquiatra Viktor Frankl estuvo encerrado en campos de concentración, perdió a
toda su familia y fue sometido a innumerables humillaciones. Un día, desnudo y
solo en una pequeña habitación, empezó a tomar conciencia de que conservaba una
libertad que sus carceleros no podían quitarle: en su interior él podía decidir
de qué modo podía afectarle todo aquello. Entre el estímulo y la respuesta, el
ser humano tiene la libertad interior de elegir.
Por eso es muy importante enfocar la mirada
más a las cosas que dependen de nosotros, aunque nos parezcan de poca entidad,
que a las circunstancias que están en boca de todos, que parecen condicionar y
limitar nuestra vida (ahora, el COVID, la crisis, el desempleo, etc., etc.).
Estas crean lo que se ha llamado el círculo
de preocupación, lleno de temas que nos afectan pero sobre las que no
tenemos ningún control. Y las primeras son aquellas sobre las que sí podemos
hacer algo, el llamado círculo de
influencia. Pues bien, mi primer consejo es que centremos nuestra energía,
nuestra atención, en los asuntos sobre los que sí podemos hacer algo. Y, al
mismo tiempo, que no nos dejemos paralizar por las otras, por las del círculo
de preocupación.
Nuestra naturaleza básica consiste en actuar,
no en que se actúe por nosotros. Esto nos permite elegir nuestras respuestas a
circunstancias particulares y nos da poder para ir creando las propias
circunstancias. Hemos de tomar la iniciativa y decidir en cada caso qué vamos a
hacer, actuando sobre los aspectos que sí que están en nuestras manos.
La segunda
consideración es una frase que parece un trabalenguas: lo más importante es que lo más importante sea realmente lo más
importante. Es decir, la clave de una vida reside en estos dos elementos:
primero, tener bien claro qué es lo más importante para uno mismo; y segundo,
lograr que nuestros actos se adecúen a esas prioridades, trabajar
fundamentalmente en ellas.
Claro que esto no es fácil. Pero lo que
hagamos para logarlo nos será muy útil para ser más felices. Puede sintetizarse
también en otras palabras: se trata de hacer
siempre primero lo primero.
Stephen Covey, un autor norteamericano que ha
contribuido mucho a difundir estas ideas, explica que ante las materias
urgentes, reaccionamos y actuamos. Por lo que si no tenemos una idea clara de
lo que es importante, de los resultados que deseamos obtener en nuestras vidas,
con facilidad nos veremos desviados hacia la respuesta ante lo urgente.
Por ello, el poner primero lo primero lleva a centrarse en lo importante, no
sólo en lo urgente. Por ejemplo, cultivar las relaciones, planificar a medio y
largo alcance, cuidar el ejercicio físico, la preparación, la formación… Es
decir, todas esas cosas que sabemos que hay que hacer, pero que solemos eludir,
porque no son urgentes... y porque nos cuesta mucho más trabajo enfocar y
realizar.
Este centrarse en lo verdaderamente
importante no es fácil. Exige un esfuerzo diario, de establecerse metas
concretas y de evaluarnos día a día. De adecuar nuestro quehacer a lo que
entendemos que debemos hacer encada etapa de la vida. pero, al mismo tiempo, no
es muy difícil pues sucede como con el deporte: según lo vamos practicando cada
vez lo encontramos más sencillo. Es la ayuda de los hábitos humanos que son la
clave de nuestro crecimiento personal y de nuestra mejor libertad, la que
resulta de ser cada vez un poco más dueños de nosotros mismos.
Queridos amigos, como ahora se dice, yo ahí lo dejo.
Muchas gracias