Me refiero en especial a esos vocablos que, misteriosamente, de pronto comienzan a estar presentes aquí y allá, tanto en los medios informativos como en todo tipo de comunicación, verbal o escrita. En realidad quizá lo que realmente sucede es que -a modo de células cancerígenas- crecen devorando cuantos sinónimos pacíficos y honrados les rodeaban hasta ese momento. Y entonces comienza su reinado, su omnipresencia realmente avasalladora, aunque forzosamente breve dado el brutal desgaste al que son sometidos.
Veamos algunos ejemplos bien expresivos de este fenómeno ¿Desde cuándo se emplea el término evento para referirse a lo que antes se conocía castizamente como BBC, es decir, bodas, bautizos y comuniones? Bien es cierto que ahora, con evento, se llega más lejos y ya es un término plenamente aceptado en los ambientes oficiales y empresariales, además de constituir el sustrato básico del mundillo del espectáculo. Pero resulta asombrosa la penetración de la palabra en todo tipo de conversaciones y mensajes, también en los ámbitos familiares y de amistad.
Otro caso: ¿Porqué desde hace algún tiempo casi todo es emblemático o es icono de algo? No me negarán que ambos vocablos apenas eran empleados hace pocos años. Es más, incluso todo aquello relativo a los emblemas aparecía como singularmente trasnochado para la mentalidad dominante. Y ahora, de repente, casi todo es emblemático o, como muchas veces se dice, de lo más emblemático... Por su parte, aunque entiendo el auge que la informática ha proporcionado al icono, no llego a explicarme el uso universal que se hace de esta palabra. Quizá estemos padeciendo una invasión de emblemaníacos y de iconoplastas...
Me temo que en estos y en muchos otros casos similares hay un notable componente de presunción: pudiendo decir evento, ¿cómo decir solo acontecimiento o suceso? O, en el caso del emblema y del icono, ¿cómo abajarse a la ordinariez de sinónimos como representativo o imagen? Lo que pasa es que, por alguna otra razón misteriosa, la presunción rápidamente deriva en cursilería, la cual -como decían los filósofos acerca del bien- es de suyo difusiva. Y así va surgiendo imparable la retahíla de las palabras de moda. Quiero decir: que la emergencia de nuevos referentes verbales, lejos de constituir un evento puntual, es realmente un icono y un emblema de la modernidad.