8 de abril de 2013

Guadalupe



Hace unas semanas tuvimos ocasión de visitar Guadalupe, lugar que a veces se deja de lado en las rutas turísticas por encontrarse algo alejado de las principales vías de comunicación. Desde aquí llamo a no cometer tal error y pongo esta nota para animar a visitarlo a cuantos circulen por el norte de Extremadura.

Cuentan las crónicas que la historia del santuario comienza a finales del siglo XIII, cuando un pastor de Cáceres encuentra la imagen de la Virgen María a orillas del río Guadalupe (Guadalupe significa río escondido) y decide levantar una ermita para adorar la venerable imagen, que había sido escondida por unos cristianos en ese lugar para protegerla de la invasión árabe.

Confiado inicialmente el Monasterio a la Orden Jerónima, a raíz de la exclaustración de 1835 pasó a ser parroquia de la Archidiócesis de Toledo hasta el año 1908, fecha en la que la Orden Franciscana recibió el encargo de restaurar la vida, edificaciones, instituciones y obras de arte de este singular monumento.

El santuario fue calificado como Monumento Nacional en 1879 y Nuestra Señora de Guadalupe fue nombrada Patrona de Extremadura en 1907. En 1993, la UNESCO lo declaró Bien Patrimonio de Humanidad. Hoy puede hacerse una completa visita del Monasterio y de los museos que contienen las edificaciones adjuntas. También la propia localidad (antigua Puebla) de Guadalupe encierra un singular encanto.

Por cierto, considerábamos al regreso la singularidad del norte de la provincia de Cáceres  en materia de Paradores de Turismo. En esa área, el viajero puede albergarse en cinco de ellos, estratégicamente situados: Jarandilla de la Vera (muy cerca del Monsaterio de Yuste), Plasencia, Trujillo, Cáceres y Guadalupe. Y es que cualquiera de esos destinos es una excelente ocasión de conocer mejor nuestra historia y nuestra cultura. 


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